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Cómo estar en 3 continentes y dos años diferentes al mismo tiempo.
Recuerdo cuando llegué al aeropuerto de la Habana el año pasado y vi mi vuelo a Amsterdam publicado en las pantallas. Hacía mucho que no sentía semejante tristeza de volver. Pero aquella vuelta fue inevitable y lo que vino después fue un tiempo presente extraño en Holanda, con la cabeza en la Latinoamérica que acababa de dejar y un viaje hacia el otro lado del mundo, Asia, que había programada tiempo atrás. El norte me recibió con una nevada navideña y la gran incertidumbre del futuro, con mi cabeza y mi corazón repartidos y desordenadas por el mundo entero. Pero yo me había escrito un destino, y el 30 de Diciembre me esperaba con un vuelo a Oriente.
Viaje al Otro lado del mundo sin pasaje de vuelta
Fue así como, casi sin querer queriendo, llegué a Bali, después de un tren, 3 vuelos y un taxi, por la módica suma de 30 horas. El viaje más largo que hice en mi vida. Es que hay una eternidad entre Europa y Asia. Y no me refiero precisamente a la distancia o el tiempo que lleva recorrerla. Me recibió un mundo sorprendentemente diferente de aquel que me intentaba escapar (si, escapar… tanto de él como de su invierno). Pero si de tiempo se trata, llegué justo a tiempo. El 31 de Diciembre por la tarde, llegué a mi primer destino asiático: Amed, Bali, Indonesia; para dejar atrás Europa y el 2017, y comenzar el año nuevo con aires completamente diferentes.
Primera parada: Bali, Indonesia: Parte I
Bali es tan diversa que la imaginación se queda corta al querer evocarla. Si bien es una pequeña isla, tiene tantos miles de paisajes, tanto terrestres como subacuáticos, que resulta inagotable. Es uno de los lugares más turísticos de Asia pero con un poco de suerte y aventurándose a salir de la clásica Kuta, encontraran la verdadera Bali, salvaje y autentica isla hindú a su propio estilo. Y yo corrí con aquella suerte. Mi destino principal de este viaje era un entrañable encuentro con una amiga de la adolescencia. Otra viajera del mundo que ha entregado su vida al mar, y me llevaría a recorrer las profundidades de las aguas más bellas que tiene el planeta. Y fue por ella entonces que llegué a Amed, un pequeño pueblo ubicado al noreste de Bali, que de turístico tiene poco. Ideal para aquellos que buscan conocer la Bali profunda, casi virgen.
Mi primer dia del año fue un sueño. Un dia de playa de arena volcánica, en la Bahía de Jemeluk, snorkeling con una absurda cantidad de peces y atardecer con vistas al volcán que no se decidía si hacer erupción o no. La paz de saber que el primer dia del 2018 había sido más que maravilloso me llenaba el alma para el resto de los 364 días restantes. Empezaba el año rodeada de la paz de la naturaleza y cumpliendo este sueño postergado de conocer Asia. El 2018 sin duda hacia su entrada triunfal.
En esta época del año las lluvias son intensas, pero también muy puntuales. Las mañanas estaban hechas para conocer y recorrer bajo un bello sol tropical. Pero pasado el mediodía la copiosas tormentas se hacían presentes y la tarde quedaba para estar con uno mismo, escribiendo, escuchando el agua caer.
Pasé por Kuta rápidamente, no me pregunten porque poco estuve. O bien poco había que ver. Ciudad turística por excelencia de Bali, con todo lo que eso implica. Una ciudad hecha discoteca, una playa hecha basural. Pero mi paso por allí me permitió empezar a experimentar con el medio de transporte más utilizado en Asia: las motos. Había escuchado hablar de una aplicación para pedir taxis y moto-taxi -algo así como Uber pero asiático- y me estrené con ella. Mi destino era Ubud, que estaba bastante lejos. Pero necesitaba hacer unas paradas estratégicas intermedias en la ruta, para conocer los primeros templos de mi visita: Tanah Loth, un bellísimo templo ubicado en el mar y el templo Tamar Ayun. Y así fue como, después de 2 motos y un auto, al caer el día, llegué a Ubud… (continuará)