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Parece que los Países Bajos también son carnaval! El sur del país, la parte más católica, festeja, como tantos otros pueblos del mundo, las fiestas de carnaval en el mes de Febrero. Tenía mucha curiosidad por cómo es un carnaval en este país del norte, de identidad más bien fría. Varias personas me dijeron que era una gran fiesta, que se celebraba a lo grande. Vamos a ver de qué se trata, pensé.
Dos horas y media de tren de Amsterdam a Maastricht. Es casi lo más lejos que podés ir dentro del país. Gran parte del camino se me pasó entre lectura y observando el paisaje llano, verde e infinito. Pero ya casi al final del trayecto, en las paradas previas a Maastricht, comenzaban a subirse personas con un vestuario exuberante, hechos literalmente a todo trapo. Una super producción tanto en la vestimenta como en el maquillaje, que me generó, antes de llegar, grandes expectativas. Parece que la cosa si va en serio. B
ajé en la estación de Maastricht y ya escuchaba una música a lo lejos. Nunca había estado acá y no sabía dónde era el epicentro de la fiesta, así que me guié por el sonido. Llegué al lugar de donde provenía ese música. Había mucha gente disfrazada y charlando. Pero nada más pasaba. Quizá había llegado un poco tarde, pensé. Me habría perdido la fiesta?
Continué caminando entre callejones y vi todo un grupo desfilando y tocando instrumentos de viento. Los seguí y llegué hasta la plaza donde todos los grupos estaban reunidos. Había un gran muñeco colgado en lo alto, símbolo de la fiesta. A medianoche lo bajarían y todos comenzarían a llorar y contenerse en un gran abrazo. Entonces el carnaval habría terminado, me comentaba un señor con disfraz de arlequín que me pidió que le saque una foto.
Pasé la tarde en esa plaza, viendo los grupos desfilar con sus trajes y sus instrumentos. No dejaba de sorprenderme la gran producción que tenían y el tiempo que les habría llevado diseñarlos y armarlos. Pero aun así sentía que algo estaba faltando. Como si la fiesta aun no hubiese empezado, como si algo más estaba por suceder. Como llegar a un teatro antes de la función y ver todo armado, los actores preparados y maquillados a punto de salir a escena pero relajados y tranquilos detrás del telón.
Pero pasaba el tiempo y la celebración no se intensificaba. Una gran producción para lo que a mi me parecía un pequeño festejo. Se me vino a la cabeza la típica imagen del payaso serio o triste. Todo maquillado y preparado pero cara larga, apático. No podía imaginarme el momento previo. Estas personas en sus casas, preparándose, durante largas horas, con tantos colores y formas, tanto signo de celebración, festejo y alegría, maquillándose y vistiéndose en un acto puramente solemne.
Un amigo, que hace muchos años vive acá, me dijo que estos festejos acá, eran más bien injertos de otras culturas a ésta. Y como todo injerto, no es natural, ni queda bien. Claro, esta es mi visión de las cosas y de mi amigo, que viene del mismo país que yo. Somos de otras tierras, de otro clima, de otra cultura. En realidad para ellos, era verdaderamente toda una celebración. No me cabe duda. Y se largó a llover y ellos permanecieron firmes bajo la lluvia, con sus disfraces y maquillajes derritiéndose bajo el agua. La música no paró un segundo. Y yo, que crecí bajo otro cielo, donde la lluvia no hace parte de todos mis días, salí a buscar un techo. Y ahí terminó para mi un carnaval que nunca empezó.