- Keukenhof, el jardín de las flores
- Waterland: Edam, Volendam y Zaanse Schans
- Venezia, Italia
- Cinque Terre, pueblitos mágicos en Italia
- Alguna vez en Pompeya…
- Las callecitas de Buenos Aires y su que se yo…
- Brasil, O país mais grande do mundo
- King´s Day
- Atenas, la cuna de los sabios
- Meteora con Nikos
- Santorini y la energía volcánica
- Abrir los ojos en Creta
- Estambul, de camino a Oriente (Parte I)
- Estambul, de camino a Oriente (Parte II)
- Un paseo por Grecia
- Cuba, viaje de ida
Caía el atardecer mientras volábamos sobre el Mar Egeo, para llegar a una de las islas más hermosas y románticas del mundo… Santorini.
Cuando era chica soñaba con ir a las islas griegas. Un sueño que me parecía imposible. Ir a las islas griegas era como ir a la Polinesia, lejano e inaccesible. Pero nunca digas nunca. Siempre la vara de lo imposible es proporcionalmente inversa al deseo de concretarlo. Ni lejos ni inaccesible siempre que estén las ganas, la determinación y un poco de paciencia. Como dicen, lo imposible sólo tarda un poco más. Si me preguntas cómo, yo te pregunto, ¿te lo propusiste?. Quizá simplemente lo soñaste, como yo en mi infancia y durante muchos años, pero verdaderamente tomé la decisión hace casi 3 años, y acá estoy, sólo me arrepiento de no haber empezado antes. No sé cómo, no hay una receta, no hay secreto. Desde luego no soy la primer persona que se larga a viajar, y (si vos también te animas) tampoco seré la última. Yo también me hacía estas preguntas mientras veía como mucha gente se ANIMABA. El único condimento es proponérselo y estar abierto a las posibilidades que el camino te regala. Antes de partir yo tenía una idea que hasta ahora no se llevó a cabo. La vida me llevó por otro camino. Solamente estaba esperando que yo tomara la decisión de viajar, los detalles, las sorpresas, los aprendizajes y regalos se ve que ella ya los tenía preparados.
Y ahí, mientras aterrizábamos me di cuenta, «Si, pasaron varios años y varios viajes, hasta que tomé la decisión de entregar mi vida al mundo, al desarraigo, a la aventura, a «mi casa soy yo» o mejor aun, mi casa es el mundo. Pero aquello que alguna vez fue lejano e imposible, llegó. O mejor dicho, llegué yo a las paradisiacas (pero ya no inaccesibles) islas griegas. Y si algún día quizá llegue a la Polinesia, seguramente me ría de haber pensado hoy lo lejano e imposible que es llegar hasta allá”. Ese fue el primer pensamiento que tuve al poner mis pies sobre Santorini.
El segundo pensamiento que tuve fue “¿me puedo quedar a vivir acá?”. El tercer pensamiento, fue la elaboración de una serie de estrategias, posibilidades y artimañas para concretarlo, entre las cuales me perdí, obnubilada por la majestuosidad y calma del paisaje. Así que lo de vivir ahí quedará para más adelante…
Santorini es el cuento de hadas, es el flechazo, cupido, el paisaje de fondo del amor eterno. Todo era símbolo y evidencia de paz y tranquilidad. Su arquitectura mediterránea en azul y blanco, fundiéndose con el mar y el cielo, el sol fundiéndose con el horizonte en uno de los atardeceres más hermosos del mundo, una de las librerías más hermosas del mundo, en una de las islas más hermosas del mundo; y las personas, los gatos, todos, fundidos en la serenidad eterna.
Al bajar las escaleras en la zona de Oia llegamos hasta un puerto pesquero a la vera del mar. Un señor se me acerca y me alcanza un librito de Santorini, como diciéndome “acá vas a encontrar la posta” (la verdad de todas las verdades). Abro el libro y decía “Bienvenida a la isla que te aleja de las energías negativas. Sólo aquí es posible pararse a los pies de la caldera y deshacerse de todo aquello que no necesitas en tu interior. No tengas miedo, la brisa se llevará todas aquellas cosas negativas y las hundirá en la profundidad del mar. Prepárate para sentirte renovada y más fuerte…”. Bueno, a eso me refería cuando intentaba describir (melosamente pero real) a Santorini y cuando dije que hay que estar abierto a los regalos del camino. Pequeños momentos y mensajes que están destinados a uno, siempre y cuando uno esté atento para recibirlos.
Santorini es dejarse llevar por la magia. El lugar se parece mucho a la foto de la revista que vemos por todos lados. Pero la energía del volcán que se esconde bajo el agua y esa brisa renovadora, sólo se siente en la cima de esa montaña. Santorini es mucho más que esa arquitectura laberíntica cautivadora. Es esa posibilidad de abrirse al mundo, limpiar energías con el fuego latente en las profundidades del volcán y refrescarlas con el agua del mar, para recomenzar de nuevo. Bajo esa ola de energías te invito a viajar por Santorini en un recorrido de fotos (con datos útiles!) y a que te animes a ir a ese lugar en el mundo que siempre lo pensaste lejano e inaccesible.