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Yo creo igual, que su similitud va mucho más allá… y mucho más acá. Desde siglo XVII hasta la actualidad nunca han dejado de mirarse. Como dos niños que se copian, uno quiere lo que tiene el otro. Aquellas características que las definen y las hacen, son más o menos las mismas para cada una: puerto, comercio, clima, canales, bicicletas, marihuana, barrio rojo, protestantes, lenguas germánicas. Con pequeñas diferencias, a veces, una más sutil que la otra. ¿Qué vino primero, el huevo o la gallina?
Tanto los Países Bajos como Dinamarca, son dos pequeños pero poderosos países, ubicados sobre el mar. Las condiciones adversas de sus tierras, el negocio, la necesidad de expandirse los ha hecho salir en busca de nuevas tierras y convertir la historia de estas naciones en auténticos cuentos de piratas.
Copenhague y Amsterdam se establecieron como pequeños pueblos de pescadores que, con el tiempo, derivaron en grandes puertos comerciales, centros económicos del mundo, que han enriquecido al país y también han marcado sus culturas. Llevan el comercio (y el dinero) en la sangre (Sangre pirata!). La transacción está presente en todo cuanto sea posible. Y los impuestos… muchos y altos! Alguna vez el gobierno danés intentó bajar los impuestos y toda Copenhague salió a protestar en grandes manifestaciones en la Christiansborg Slotsplads. Bajar los impuestos es dejar la salud y educación, en manos privadas.
Rodeadas de agua, de largos inviernos oscuros, de temperaturas bajas, de poco sol y mucha lluvia, el clima ha definido sus personalidades. Holandeses y daneses tienen fama de ser un poco duros, un poco fríos, un poco distantes. En Dinamarca es totalmente normal encontrarse con un carrito y un bebe dentro, solos en el medio de la calle. No te asustes. Esto en Dinamarca es normal, cosa de todos los días. Es así como se acostumbran desde muy chiquitos al frío, mientras su mamá o su papá hacen las compras o toman algo dentro de alguna tienda cercana. Protestantes, de lenguas fuertes, germánicas. Ambos países dicen tener una palabra típica, que no tiene traducción a ningún idioma. Pero que curiosamente ambas refieren a lo mismo, así que por lo menos se pueden traducir de danés a neerlandés y viceversa: Hygge (danés) y gezellig (neerlandés). Como no tiene traducción, recrearán toda una escena para explicar su significado: “Imaginate un lugar calentito, de madera, con velas, gente reunida, tomando algo rico: eso es Hygge/gezellig». Automáticamente uno piensa que eso si tiene traducción y es “acogedor». Si, pero no se lo digas a ellos. Para ellos es mucho más que eso y les encanta mantener la mística de una palabra que es más que única en el mundo. Es casi el hecho de haber creado un sentimiento, una sensación, su propia personalidad, que los hace y define hace siglos.
Hasta el día de hoy las similitudes continuan entre estas dos capitales. Tanto en Amsterdam como en Copenhague, la bici es el medio de transporte fundamental para moverse por la ciudad y ambas se batallan año a año para ver quien es la reina de las bicicletas.
También ambas gozan de un Barrio Rojo en pleno centro de la ciudad, aunque Copenhague se tape un poco. Le gusta más la sutileza, la discreción, tanto en el Barrio Rojo como en el uso de drogas blandas, como la marihuana y hachis, que solamente se hace la vista gorda del consumo de ellas (y hasta por ahí nomás) en Cristiania: la principal razón de mi curiosidad y visita a Copenhague.
Cristiania era un gran terreno abandonado, donde antiguamente funcionaba un cuartel militar, y que fue ocupado en el año 1971 por un grupo de personas unidas bajo las mismas ideologías. Allí han establecido su comunidad independiente, autogobernada a través de asambleas, autogestionada a través de proyectos ecológicos. El bienestar de la comunidad es responsabilidad de todos. Unas pocas normas de convivencia rigen este lugar; como la prohibición de autos, drogas duras y no violencia. No reconocen la propiedad privada ni responden a leyes danesas ni europeas. Al salir de Cristiana un cartel reza: “Estas entrando a la unión europea”.
Pero el paso de los años ha hecho estragos. Cristiana se institucionalizó y poco queda de los movimientos fundacionales que vieron nacer este lugar. Al llegar a Cristiania, entré por una puerta lateral y uno de los primeros carteles que me encuentro, traducidos a varios idiomas, dice: “ayuda a Cristiania comprando acciones”. A mi gusto llegué unos cuantos años tarde. La Cristiania que había ido a conocer había desaparecido hacía tiempo. Para mantenerse en el lugar y evitar las constantes luchas contra el gobierno y sus amenazas de desalojo, en 2012 hicieron un Crouwd Founding y llegaron a comprar gran parte del terreno con las donaciones, y pasaron de ser ocupas a propietarios del terreno. Es decir, la lucha por el derecho a la vivienda por sobre el negocio económico ha empezado a cotizar. Hoy Cristiania es la segunda atracción turística de Copenhague, después de la estatua de La Sirenita (que por cierto es un fiasco).
Visualmente es muy lindo, con calles de tierra y murales coloridos en cada pared, banderines de colores, edificios restaurados con materiales reciclables, mucho verde y un gran canal hermoso. Pero mucho de esto se ha reducido (por lo menos de cara al público) a un lugar donde comprar marihuana y hachis, un lugar donde está tolerado (aunque cada vez menos) un acto que unos metros más allá está prohibido. Es el sabor de traspasar ese limite de la prohibición. Y más allá de que lo que fui a buscar a Cristiania no era marihuana, viviendo en Amsterdam, esto tampoco me sorprendió demasiado.
No se pueden hacer fotos en la “zona verde” y los que te venden marihuana están tapados, para no ser identificados. Para mi no eran más que símbolos que alimentaban el acto de lo prohibido en el turista sediento de traspasar los limites. Es decir que romper con esas barreras ya no era esa cuestión ideológica que yo iba a buscar, sino una atracción turística en sí misma. Puestos de souvenirs y ropa con el logo de Cristiana ocupaban gran parte de la plaza central. El marketing tampoco se quedó atrás. Hasta te podías hacer una foto en esos carteles donde apoyas la cara y de repente te convertís en un vendedor de drogas blandas de Cristiania. Casi me pongo a llorar.
Pero algo todavía se conserva, el arte que circunda sus calles y su gran escenario, la comunidad organizada y los proyectos de gestión independiente, como la fábrica de bicicletas, mantienen viva la llama de los ideales que vieron nacer a esta comunidad.
Salí de Cristiania con ese sabor nostálgico. Caía la noche y el frío se hacía más penetrante. Es decir, tenía unas ganas de tomar un café que me moría. Así que después de la sorpresa de Cristiania, me encontré con mi lugar favorito en Copenhague: Paludan. Un café-librería hermosísimo. Sus paredes no son más que libros. Podes agarrar uno o llevar el tuyo. Yo tenía el mío así que me pasé lo que quedaba de la tarde leyendo en un sillón, rodeada de libros, y no me tomé uno, sino dos cafés. Hygge!
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